Las alteraciones se deben a que todas las personas nos movemos a partir de nuestros ritmos circadianos. Se trata de una especie de reloj biológico que nos marca nuestro estado físico y mental a lo largo del día y que está muy influenciado por la intensidad de la luz en cada momento. Con el cambio de hora en bebés y adultos, también se alteran nuestros niveles de serotonina y melatonina, hormonas que regulan el sueño. Puedes leer más sobre este tema en este post que hice hace unos meses.
Por tanto, con el cambio de horario de verano, tendremos más horas de luz y eso nos predispone a estar más despiertos y cuesta más conciliar el sueño, sobre todo en el caso de los bebés. Esa hora menos también implica que al día siguiente se adelanten las comidas y la hora de irse a dormir. Y todo este proceso requiere una adaptación gradual.
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